Con la venida de un nuevo circo electoral a finales del presente año, se hace inevitable la reflexión acerca de nuestro proceso eleccionario y lo que entendemos por democracia, además de los mecanismos que existen para poder mejorar la herencia de la Grecia antigua, la democracia.
Usualmente al revisar nuestros noticiarios locales estamos acostumbrados a saber que en países como Colombia hay muy grandes cifras de desempleo, altos índices de delincuencia, problemas con la guerrilla, corrupción. Pero nunca sabemos las cosas buenas de Colombia, como el voto programático y su aplicación en nuestros primeros años de la supuesta llegada de la alegría, que aun esperamos. A pesar de lo que se diga en este amazónico país latinoamericano desde el año 2001, se aplica el llamado voto programático, el cual en definiciones conceptuales no sería nada más que el ejercicio de la soberanía que reside exclusivamente en el pueblo, donde el voto pierde su carácter funcional y se convierte en un derecho ciudadano.
Como todo derecho este contrae obligaciones, las cuales se traducen en que cada ciudadano colombiano pasa de tener el derecho de un sufragio función a un sufragio derecho, en donde para poder lograr una mejor sociedad, según como lo establece el artículo 259 de la Constitución colombiana, es necesario que cada alcalde y gobernador están MANDATADOS a inscribir un programa al inscribirse como candidato. Aunque este mandato constitucional radica en el cumplimiento o incumplimiento del programa hay mecanismos legales que radican en una pena máxima, que es la absolución del cargo a quien no cumpla el programa que el mismo se comprometió a cumplir.
Queda como reflexión entonces, ¿Hay posibilidad de poder realizar y aplicar el voto programático en nuestro país?, sinceramente los nulos avances que existen en nuestra mal llamada democracia; la excesiva demagogia de nuestros “ilustres” senadores y diputados; las cacofonías producidas por los nuevos autoproclamados paladines del progresismo que se licitaran las alcaldías, hacen que nuestro destino más que una puerta de bienvenida sean un callejón sin salida. Pero a pesar de todo esto la única oportunidad que hoy queda es el reconocimiento que cada ciudadano se haga así mismo y el poder transformador que tiene la organización de los más desposeídos, o como antiguos discursos indicaran con toda elocuencia, de los trabajadores y los pobres del campo y la ciudad.
Muy bien lo dijo el mismísimo Che Guevara por allá por el 1974, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, “… los no alineados como nosotros, luchan contra el imperialismo no solo bélico, sino que también cultural, queremos paz!!!....”
Por Sergio Ballesteros Abu Hassan