El problema de fondo en el país
Por Sergio Ballesteros Abu Hassan.
Lo que vive Chile hoy es una crisis de la educación, sin duda. Pero por sobre todo, es una crisis de la política. Y la crisis de fondo, es la misma: tenemos educación, pero no es buena; tenemos política, pero no funciona. Tenemos problemas serios de calidad de la política, y de los encargados de hacerla: los políticos.
Las reglas de funcionamiento de la política en Chile consagran el empate. Y no sólo porque Pinochet y Jaime Guzmán dejaron todo "atado y bien atado", sino porque la clase política de la democracia terminó por acostumbrarse a esas reglas, les terminó encontrando su lado amable: menos exigencias, menos competitividad, más poder en menos manos, incentivos para el acuerdo cupular, visión endógena, homogeneidad de los participantes. Todo parecía funcionar, pero si algo han revelado estos días y semanas, es que en realidad el sistema ya no da para más.
Tampoco hay que ser malagradecidos. La transición de los últimos 20 años ha tenido importantes logros y avances en participación, superación de la pobreza, integración e inclusión social, desarrollo e integración económica. Uno no puede ver el mundo en blanco y negro. Pero me queda la sensación de que el modelo se
agotó, dio todo lo que podía dar. Los políticos y profesionales más calificados ya "cumplieron su ciclo" de servicio público, y han ido dejando su lugar a reemplazantes cada vez menos preparados, consistentes y comprometidos. Con honrosas y escasas excepciones, hoy es muy difícil encontrar líderes a los que seguir, de los que uno pueda sentirse orgulloso.
El problema es que la clase política, secuestrada por un grupo pasmado por el poder y la impunidad, difícilmente va a impulsar los cambios que obliguen a mejorar la calidad de la política y la renovación de sus actores. Ellos mismos arriesgarían "años de esfuerzo y sacrificio" para llegar hasta donde han llegado.
¿Cuáles son las reformas políticas indispensables y que sin embargo es muy difícil que alcancen los votos necesarios?
1. Fin del sistema binominal: los partidos están demasiado acostumbrados a designar y casi decidir quiénes serán los parlamentarios en cada distrito. Les aterraría imaginar un sistema verdaderamente competitivo y genuinamente representativo.
2. Inscripción automática: ya conocen el padrón electoral actual, saben cómo se comporta en cada distrito y comuna, a veces en cada mesa. ¿Para qué se van a arriesgar al escalofrío de no saber de antemano, casi con certeza absoluta, los resultados de cada elección? ¿Voto obligatorio? ¡Menos! Mire que con el voto
obligatorio vota más gente, especialmente los más pobres, y ahí sí que puede pasar cualquier cosa. ¿Voto de los chilenos que viven en el extranjero? Ah, no, si esto no tiene límites.
3. Elecciones democráticas de las autoridades regionales y mayores grados de autonomía para las regiones. El poder, para muchos políticos, es mejor tenerlo centralizado. De esa manera es más fácil de controlar y hacer funcionar la máquina de los favores y los contactos.
4. Terminar con la reelección indefinida de parlamentarios y alcaldes. Todos los peores ejemplos de corrupción están relacionados con largos, muy largos períodos de las mismas autoridades, las que montan verdaderas máquinas locales para su reelección eterna. Si todos supiéramos que nadie puede ejercer, por ejemplo, más de dos períodos en cualquier cargo, los incentivos serían diferentes y tendríamos nuevos rostros en nuestros cargos de autoridad.
5. Terminar con las excepciones fraudulentas que falsifican la voluntad de los electores: los candidatos a alcalde, a diputado y a senador, deben vivir en la zona a la que representan, sin trampas ni excepciones. Para qué hablar de los senadores y diputados designados a dedo por los partidos.
6. Fortalecer la generación de las leyes, mediante la iniciativa ciudadana, lainiciativa parlamentaria real, y mecanismos para zanjar las situaciones de empate o de alta relevancia. No hay razón para que Chile, como lo hacen muchos países y por ejemplo, muchos estados en EEUU, no tenga plebiscitos asociados a las
elecciones, de manera que junto con elegir autoridades, los ciudadanos pueden entregar su parecer vinculante sobre temas trascendentes para la vida de la sociedad.
7. Mayor transparencia: Hoy día las autoridades deben informar de los gastos en que incurrió en su campaña y respecto de quiénes la financiaron. También de los bienes e intereses que tiene al momento de iniciar en su cargo, de ejercer y de salir. Sin embargo, cuando se han descubierto "imprecisiones", "desajustes", "olvidos" o derechamente falsedades en estos reportes, no pasa nada. Obviamente, si nos tomamos en serio, la autoridad que omite o miente en estas materias debe no sólo cesar de inmediato en el cargo que está ejerciendo ilegítimamente, sino que ser juzgado por los tribunales por fraude.
8. Responsabilización real. El Presidente, los alcaldes y los intendentes (cuando sean elegidos democráticamente) deben dar cuenta cada año de su gestión. Pero de verdad, no como se hace hoy cada 21 de mayo en que parece que el país se hubiera fundado hace pocos meses, viniéramos descubriendo los problemas y prometiendo las futuras soluciones que se implementarán, para al año siguiente,
repetir el mismo cuento. Cada autoridad es elegida con un Programa que debe ser el "índice" de su cuenta pública anual. Esto es lo que les prometí, por esto me eligieron, y así vamos.
Y no me diga que es difícil que nuestra clase política acepte este tipo de cambios, porque ya lo sé. Es casi imposible, Significaría barajar de nuevo el naipe. Probablemente requiere no sólo cambios en la Constitución (con los altísimos quórum que sabemos que ello requiere) sino que probablemente valga la pena
preguntarse derechamente si no deberíamos cambia la Constitución completa, de manera que nuestra Ley Básica de la República garantice las condiciones de una política y una democracia de mejor calidad de la que tenemos hoy.
La pregunta clave que me hago es si tendremos un político, tal vez dos o tres, quevalientemente, mirándonos a los ciudadanos de a pie a los ojos, se la juegue de verdad por los cambios que aquí se proponen. Es difícil, tendría que ser un político con algún tipo de espíritu suicida, dispuesto a que toda su tribu lo
descuere, lo descalifique, lo expulse del círculo, le niegue la sal y el agua. ¿Existen políticos así en Chile, dispuesto a hacer lo que Chile necesita, aún a riesgo y costo personal?
Yo soy optimista. Creo que hay algunos que podrían intentarlo, políticos de
recambio, que podrían propiciar acuerdos transversales para ellos. Políticos con
cuero de chancho, para resistir los golpes en el camino. Políticos resilientes y
resistentes, porque deberán atravesar el desierto y la cordillera. Políticos
tolerantes y respetuosos, que logren proponer sin descalificar, para aunar
voluntades. Políticos entusiastas, porque van a tener que romper lazos y
etiquetas, y eso puede ser a veces desolador.
Creo que debe haber, porque estoy seguro de que en el Chile de hoy, esos
políticos serían premiados por una ciudadanía que tiene los ojos bien abiertos,
que ya no resiste el estado actual de las cosas. Y que espera audacia y
generosidad para construir ese Chile verdaderamente para todos que cada
ciudadano sueña y merece.